Usamos el término actividad física para referirnos al movimiento corporal producido por la contracción de la musculatura esquelética con la intensidad suficiente como para aumentar el gasto energético por encima de los niveles basales. El ejercicio, en cambio, es una forma de actividad física que está planificada y estructurada, que es repetitiva y que tiene como objetivo principal el de mejorar o mantener uno o varios de los componentes de la condición física.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) indica que la falta de actividad física es el cuarto factor de riesgo de mortalidad a nivel mundial (6% de las muertes registradas en todo el mundo). Además, se estima que la inactividad física es la causa principal de aproximadamente un 21%-25% de los cánceres de mama y de colon, el 27% de los casos de diabetes y aproximadamente el 30% de la carga de cardiopatía isquémica y todas ellas suponen más del 80% de todas las muertes prematuras por enfermedades no transmisibles.
El ejercicio físico es una de las herramientas terapéuticas no farmacológicas más prometedora para mejorar la calidad de vida relacionada con la salud. Está demostrado que las personas que realizan actividad física regularmente reducen el riesgo de forma importante de padecer enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2, distintos tipos de canceres, artrosis, fracturas por caídas, depresión y demencia entre otras.
El ejercicio es la cura milagrosa que siempre hemos tenido pero que durante demasiado tiempo hemos olvidado tomar nuestra dosis recomendada. Nuestra salud ahora está sufriendo las consecuencias. Si el ejercicio fuera una píldora, sería uno de los medicamentos más rentables.
