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Como acompañar al paciente. Comunicación interfamiliar

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Un diagnóstico de cáncer supone un importante impacto a nivel emocional tanto para los pacientes como para sus familiares. Las reacciones de miedo, incertidumbre, incredulidad, rabia o tristeza forman parte del normal proceso emocional y varían su intensidad a lo largo de la enfermedad.

 

La familia tiene que hacer frente a nuevas necesidades que se van a generar de cuidado, desplazamientos, citas médicas, tratamientos, cambios de rutinas de casa y en roles que cada uno desempeñaba e implicara un reajuste familiar que se caracterizara por el aprendizaje de nuevas habilidades por parte de los miembros de la familia cantidad de decisiones, emociones y cambios en su forma habitual de horarios, de roles, visitas al hospital. En definitiva un importante desgaste físico y emocional.

 

CUIDANDO AL CUIDADOR

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COMUNICACIÓN INTERFAMILIAR

Vivir la experiencia de un cáncer no sólo afecta a la persona que está enferma sino también a su entorno, a su familia. Podemos hablar en plural del cáncer porque los pacientes son los protagonistas de la enfermedad pero la familia lo vive y lo sufre, en ocasiones, de manera silenciosa, perdidos, sin saber hacia dónde mirar ni qué hacer o decir.

 

Sobre la comunicación suele surgir muchas dudas, ¿qué debo decir? ¿qué no he de decir? ¿cómo puedo ayudarle? ¿qué puedo hacer? ¿con quién puedo yo hablar?...

 

Comunicarnos es la mejor herramienta que tenemos para ayudar pero hay que saber comunicarnos bien. Especialmente en un proceso oncológico, con mucha carga emocional, a veces, no es fácil.

 

Para establecer una buena comunicación, hay que tener en cuenta que no es sólo lo que decimos sino como lo decimos. Las palabras siempre han de estar acompañadas por lo que nuestro cuerpo refleja.

 

Para ayudar a nuestro ser querido, nuestra mejor aliada va a ser la pregunta. Hacer preguntas abiertas sobre cómo se siente en ese momento en lugar de adivinar nosotros lo que siente o lo que le preocupa o necesita. Siempre buscando el mejor momento para hablar. No siendo conveniente hacer preguntas cerradas, las que se contestan únicamente con un si o no.

 

Podemos preguntar: ¿Cómo te sientes hoy? ¿Qué necesitas de mí? ¿En qué puedo ayudarte?

 

También estas preguntas nos pueden servir para nosotros mismos, hacérnoslas nos ayudará mucho en nuestro propio proceso para ir dando soluciones a las situaciones que vamos viviendo.

 

Nos conviene recordar que muchas veces en nuestro afán por ayudar, lo que hacemos sin querer y sin darnos cuenta es agobiar y presionar a nuestro ser querido porque vamos diciendo lo que ha de hacer o no hacer, según lo que creemos nosotros u otros nos dicen. Podemos tomar el consejo de otras personas como testimonio de lo que les ayuda a ellas pero no todos somos iguales ni necesitamos lo mismo. Cada uno lo vive de forma diferente.

 

Qué NO conviene decir:

  • “No te preocupes por eso”. “No tengas miedo”. “No deberías pensar en..”.

Si decimos estas frases estamos restando importancia a la situación, no estamos entendiendo a la persona enferma, estamos alejándonos de ella en lugar de acercarnos. Y quizás, nos pone de frente con nuestro propio miedo a hablar de la enfermedad, nuestro miedo a no saber que decir.

  • “No llores”

Si no permitimos la expresión emocional, estamos bloqueando una emoción que es natural en un proceso como es la pérdida de la salud. Llorar es la expresión de la tristeza.

  • “Tienes que ser positivo…”. “Tienes que hacer…”. “ Con optimismo, lucha y ganas de vivir, saldrás”.

Cada persona tiene sus fortalezas y debilidades. Cada uno busca sus propios recursos. Cada persona es única. Podemos proponer pero no imponer.

  • “No digas eso…” ( sobre hablar del cáncer)

Evitar hablar del cáncer y sus consecuencias cuando la persona quiere hacerlo es negar la realidad y no ayudar a la persona enferma. Si se da esta situación, quizá la pregunta sea para el familiar ¿por qué no quieres tu hablar de ello?

 

En otras ocasiones, las palabras sobran y lo verdaderamente efectivo es acompañar, estar presente, escuchar y dejar de lado la preocupación por no saber qué decir (cuando no se sabe qué decir, lo mejor es el “silencio”), coger la mano, dar un abrazo, una caricia, una mirada…

 

 

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