La vacunación frente a la gripe imprescindible en mayores de 60 años
- La vacuna de la gripe reduce la hospitalización de personas mayores en más de un 30 por ciento y la mortalidad por todas sus causas en un 40 por ciento.
- El Grupo de Vacunas de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG) insiste en que las vacunas son seguras, eficaces y proporcionan beneficios no solo personales, sino también comunitarios.
La gripe es una de las causas más importantes de morbimortalidad de las personas mayores de 60 años, ya que directa o indirectamente, esta infección causa un aumento del riesgo de complicaciones y de hospitalizaciones más frecuentes y prolongadas. Solo en España cada año se notifican unos 3.000 casos graves hospitalizados por gripe. Y más de 1.000 fallecimientos causados por la gripe y sus complicaciones, de los que más de la mitad no había recibido la vacuna antigripal esa temporada. Por ello, la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología lanza, un año más, un mensaje de concienciación sobre la importancia de la vacunación frente a la gripe entre los mayores de 60 años, pero también entre el personal sanitario y los trabajadores al cuidado de los mayores y personas que conviven con estos.
La edad, factor de riesgo añadido
La edad avanzada supone en sí misma un importante factor de riesgo añadido en la enfermedad gripal, incluso sin existir otras afecciones subyacentes. Esto es debido al declive de la inmunidad celular y a la mayor incidencia de otras condiciones de carácter crónico. La gripe puede causar neumonías, bronquitis, otitis y sinusitis y puede suponer un riesgo para la vida de las personas mayores y grupos con patología crónica y factores de riesgo.
El Grupo de Vacunas de la SEGG insiste en que las vacunas son seguras, eficaces y proporcionan beneficios no solo personales, sino también comunitarios. De hecho, la vacuna de la gripe reduce la hospitalización de personas mayores en más de un 30 por ciento y la mortalidad por todas sus causas en un 40 por ciento.
Recomendaciones de vacunación para personas mayores de 60 años
El Grupo de Vacunas de la SEGG recomienda la vacunación de la gripe a todas las personas mayores de 60 años, pero también a las personas menores de 60 años que padezcan alguna enfermedad crónica como enfermedades cardiovasculares o pulmonares, entre otras, enfermedades hepáticas o renales crónicas, metabolopatías crónicas, enfermedades crónicas sanguíneas, neuropatías crónicas, inmunodeprimidos y mujeres embarazadas, así como trabajadores sanitarios y cuidadores que están en contacto con los mayores.
Fuente: Sociedad Española de Geriatría y Gerontología
El tabaco, un factor de riesgo para Alzheimer y otras enfermedades.
La relevancia del tabaquismo no deja lugar a dudas. En nuestro país es la primera causa aislada de enfermedad evitable, discapacidad y años de vida perdidos de forma prematura.
El tabaquismo es responsable del 95 por ciento de los cánceres de pulmón y del 50 por ciento de las enfermedades cardiovasculares. No es de extrañar, por tanto, que se le considere como uno de los principales factores de riesgo cardiovascular. Además, los no fumadores expuestos al humo del tabaco tienen un 20 por ciento más de riesgo de carcinoma broncogénico y un 25 por ciento más de riesgo de sufrir un infarto de miocardio. .
Aunque gran parte de la población relaciona el consumo de tabaco con la aparición de enfermedades respiratorias (EPOC, cáncer de pulmón…) el tabaquismo, también causa daño vascular y estrés oxidativo y conduce a diversas patologías produciendo efectos deletéreos en todo el organismo. Por lo tanto, el abandono del hábito tabáquico es básico en la prevención de las patologías con las que se le relaciona: cardiopatía isquémica, accidentes cerebrovasculares, vasculopatía periférica, insuficiencia renal, hemorragia digestiva… siendo altamente recomendable su cese, más si cabe, en presencia de otros factores de riesgo cardiovascular (hipertensión, diabetes, dislipemia…). Además, se considera actualmente un factor de riesgo para la enfermedad de Alzheimer, demencias vasculares y otros tipos de demencia.
Beneficios de dejar de fumar
- Mejora global del estado de salud.
- Aumenta de la esperanza de vida, y la calidad de la misma.
- Disminuye el riesgo de sufrir enfermedades relacionadas con el tabaco (infarto de miocardio, ictus, embolias, diversos tipos de cáncer…).
- Disminuyen los signos y síntomas de la enfermedad respiratoria (tos matinal, cansancio al subir escaleras, sensación de ahogo al hacer cualquier esfuerzo físico…).
- Disminuye el riesgo de tener un bebé con bajo peso al nacer, si lo dejan dentro de los tres primeros meses de embarazo.
- Mejora notablemente el aspecto de la piel. El consumo de tabaco acelera el proceso del envejecimiento; produce sequedad cutánea y acelera la aparición de arrugas faciales.
- Se recupera el buen aliento, el sentido del gusto y del olfato, así como una dentadura blanca y limpia.
- Desaparece el olor desagradable en la ropa.
- El hogar se encuentra más fresco y limpio.
- Se ahorra dinero.
- Aumenta la autoestima y sirve de ejemplo para otras personas.
Consejos para dejarlo
- Busca apoyos personales (en la familia, amigos, en el trabajo…).
- Mejora tu entorno: retirar los objetos relacionados con el tabaco como los ceniceros.
- Hazte una limpieza bucal.
- Pinta las paredes de casa, limpia las tapicerías del coche o de los sofás para eliminar el olor a tabaco.
- Cuando se tengas ganas de fumar, entretente con otra cosa. Cambia las rutinas si es necesario.
- Evita el consumo de alcohol y rodearte de personas que fuman, dentro de lo posible.
- Planifica tareas de disfrute que te ayuden a reducir la tensión emocional.
- Aprende y usar técnicas de relajación.
- Controla la dieta y realiza ejercicio físico. Evita picotear a todas horas.
- Si es preciso, busca apoyo profesional.
- Y lo más importante: no vuelvas a encender un cigarrillo, el hecho de encender un cigarrillo durante este proceso aumenta las posibilidades de recaída en un 85 por ciento.
Principales líneas de tratamiento farmacológico
Se puede decir que en el momento actual existen dos líneas de tratamiento farmacológico para dejar de fumar: La terapia sustitutiva con nicotina (TSN) y los tratamiento no nicotínicos.
En la TSN encontramos varios formatos: chicles, parches y comprimidos de nicotina.
El tratamiento con TSN se basa en reemplazar la nicotina obtenida al fumar consiguiendo los efectos neurofarmacológicos de esta, pero sin que llegue a provocar dependencia, con lo que se evitan o se reducen los síntomas del síndrome de abstinencia, así como el deseo de fumar, pero sin obtener el placer que provocan los cigarrillos.
No debemos olvidar en ningún momento que todos estos tratamientos son farmacológicos y que al tratarse de medicamentos deben ser usados siguiendo los consejos de un médico el cual, al conocer al paciente, sus antecedentes personales y médicos, puede decidir y aconsejar, en cada caso, cual es el tratamiento más adecuado y en qué dosis y pauta, teniendo asimismo en cuenta cual es el grado de dependencia del paciente.
Fuente: Sociedad Española de Geriatría y Gerontología
Cómo mantener una boca sana
A medida que nos hacemos mayores, nuestra boca va sufriendo un desgaste propio de la edad y puede verse afectada por problemas como la caries, la periodontitis o la pérdida de piezas dentales. Llevar a cabo una correcta higiene oral y acudir periódicamente al dentista son nuestras armas más poderosas para evitar que nuestra sonrisa pierda atractivo.
La mayoría de los españoles mayores de 40 años tienen algún grado de enfermedad periodontal y según el Ministerio de Sanidad y Consumo, la caries es la enfermedad más frecuente en los países desarrollados. Esto, sumado a la pérdida de piezas dentales propia a edades avanzadas de la vida provoca que la sonrisa del mayor se vaya deteriorando progresivamente con el paso del tiempo. Ponerle remedio es fácil si sabes como.
Combatir la periodontitis
Las periodontitis es una inflamación de los tejidos de soporte del diente, provocada por una gingivitis o inflamación de las encías y está producida por bacterias de la placa bacteriana alrededor del diente. Si la inflamación de los tejidos que soporta los dientes es crónica, produce destrucción y una gran movilidad dentaria que afecta a nuestra sonrisa.
En los momentos en los que no existe aún afección gingival importante, la práctica de unos hábitos higiénicos correctos suele ser suficiente para la remisión del cuadro. Para ello, se deben evitar los factores que contribuyen a su desarrollo, como la placa bacteriana y el sarro (higiene bucal deficiente, malposiciones dentales, disminución de la secreción salival).
El tratamiento de la gingivitis se basa en la reducción de las bacterias orales mediante la higiene oral por parte del individuo y la eliminación, por parte del dentista, de la placa dental, mediante raspado. Unido a esto, se aconseja el uso de colutorios para mejorar la inflamación.
Guerra a la caries y al sarro
La caries suele estar provocada por varios factores, como son la acción de las bacterias, la dieta y una cierta predisposición de nuestros dientes. Los alimentos que producen caries son aquellos que contienen azúcares, siendo más dañinos los que se toman entre las comidas y, por supuesto, si además fumamos o tomamos alcohol nuestras papeletas para tenerla se multiplican. Para darle esquinazo, es aconsejable elegir alimentos con menos cariogenicidad, como frutos secos, frutas frescas, aceitunas, jugos de frutas sin azúcar, vegetales frescos, queso, leche, fiambres, etcétera. .
El sarro dental y la placa bacteriana son otras de las amenazas que más pueden afectar a la salud de nuestra boca. El primero es el depósito de sales de calcio y fósforo que se adhiere a la superficie dental, debido a la falta de una higiene adecuada. Mientras que la placa bacteriana de los dientes está formada por bacterias. .
Tanto el sarro como la placa bacteriana se eliminan mediante el cepillado dental diario. Por ello es básico realizar un correcto cepillado de los dientes con una pasta dental adecuada, que controle con su concentración de flúor la placa bacteriana. .
Una vez que el cálculo dental está adherido a los dientes, la única manera de eliminarlo es por medio de la tartectomía. Esta técnica, realizada por el dentista en unos treinta o cuarenta minutos, consiste en un procedimiento indoloro del sarro, con el fin de eliminarlo y evitar las complicaciones. Si no se elimina el sarro de forma adecuada, la encía comienza a inflamarse, sangran y se produce mal aliento. Si esta inflamación se hace crónica, comienzan a moverse los dientes (piorrea), hasta que se caen.
El flúor, nuestro aliado
La placa se pega a los dientes y es uno de los factores más importantes en la formación de la caries. Para una correcta eliminación de la placa dental basta con un correcto cepillado durante unos minutos, abarcando todas las piezas dentales y acompañado de un colutorio con flúor que refuerce aquellas zonas donde el cepillado no alcance.
Las bacterias transforman los hidratos de carbono o azúcares de los alimentos que hay en la boca y producen ácidos que desmineralizan los dientes. El flúor evita ese proceso, confiriendo a los dientes una mayor resistencia a los ácidos. Otro de los efectos del flúor es el de disminuir la actividad bacteriana, modificando la fermentación bacteriana de los azúcares de la boca.
La artrosis: ¿qué puedo hacer? Una mirada más allá de los medicamentos
Es habitual que, a medida que nos hacemos mayores, pensemos cada vez más que sufriremos una serie de patologías y enfermedades que asociamos a la edad. Y, tal vez, la artrosis es la reina del baile, la que todos, en cierto modo, padecemos.
La Fundación Española de Reumatología cifra en un 10% el total de la población del país que padece artrosis; la sufren más mujeres que hombres; afecta sobre todo a las rodillas, las manos y la columna; y la mitad de la población adulta de más de 50 años muestra signos radiológicos compatibles con la artrosis. Y, atención, insiste mucho en que la artrosis no es una patología exclusiva de la vejez: puede aparecer a cualquier edad.
Estos datos, seamos sinceros, ponen los pelos de punta: "Tengo 60 años, me molesta la rodilla..., seguro que tengo artrosis". Pero, calma: el hecho de que muestres signos radiológicos no significa necesariamente que tengas síntomas de padecer artrosis; y tener síntomas no significa padecer artrosis.
Por lo tanto, ante todo, es necesario que un médico haga una buena valoración para definir muy bien que nos está pasando.
Si a raíz de la valoración médica resulta que padecemos artrosis, también nos lo tenemos que tomar con mucha calma. Hay soluciones para frenar su progresión y, sobre todo, la sintomatología, más allá de los medicamentos.
Pero, ¿qué es concretamente la artrosis?
A menudo la artrosis se conoce como la enfermedad que desgasta los huesos. Y, ciertamente, se produce un desgaste, concretamente en el cartílago que recubre la superficie de los extremos de los huesos que forman parte de una articulación.
Sabemos que una articulación, como la rodilla, es la unión de dos huesos que permite que haya un movimiento entre estos. Para que el movimiento sea armónico y flexible y que los huesos no rocen el uno con el otro, existe el cartílago, una especie de almohadilla para facilitar el movimiento.
Cuando se padece artrosis, este cojinete se desgasta, hecho que provoca una inestabilidad, una alteración en la articulación que, con el paso del tiempo, va creando también una deformidad en los huesos (llamada osteofito), acompañada de aparición de dolor, limitación en el movimiento, debilidad muscular y episodios de inflamación.
Y entonces, ¿qué puedo hacer?
Aparte de obtener una buena valoración médica con su pauta correspondiente, tenemos muchas opciones para combatir la sintomatología de la artrosis, que pasan por el equilibrio necesario entre el reposo y la actividad.
El signo más general de la artrosis es el dolor; y, cuando hay dolor, todos tenemos la tendencia de detenernos, de buscar el reposo, y más si, como ocurre en esta patología, el dolor lo produce el movimiento.
Debemos tener claro que el reposo, aunque favorece a que se calme el dolor en ese momento, no ayuda a que no aparezca en el futuro. Es decir: cuanto menos me mueva más dolor tendré cuando quiera moverme y entraré en un círculo vicioso difícil de romper.
Como hemos explicado, una articulación que sufre es una articulación inestable y que, por tanto, tiene un desequilibrio muscular. No podemos hacer nada con el desgaste de la articulación, pero sí con los músculos que la mueven.
Cuanto más fuertes y preparados estén estos músculos, más estable será la articulación y, por tanto, menos dolor tendremos. Sin embargo, sabemos que si sobrepasamos los límites y sobrecargamos de trabajo la articulación aparecerá el dolor.
Lo que tenemos que hacer es activar la parte de la musculatura de la articulación debilitada con la artrosis, siguiendo una pauta de ejercicios terapéuticos, con una progresión adecuada y siempre adaptada a la persona y a la articulación afectada.
La clave, pues, es encontrar el equilibrio entre el reposo y la actividad, entre hacer y dejar descansar. A menudo, después de estar un tiempo en reposo, con la articulación inmóvil, es muy recomendable hacer pequeños movimientos sin carga, sin peso, sin ponernos de pie, con el fin de hacer un pequeño "calentamiento" que prepare la articulación para al cambio de situación.
Cuando hablamos de actividad nos referimos a un ejercicio que requiera un esfuerzo pero que no haga sufrir excesivamente la articulación. Por ejemplo: caminar es un buen hábito y una buena actividad, y, si padecemos artrosis de rodilla, es mejor evitar terrenos irregulares, abruptos, para no forzar demasiado la articulación.
La combinación con ejercicios dentro del agua puede ser una buena pauta para poder hacer movimientos sin sobrecargar la articulación. Es muy recomendable en personas sedentarias, poco activas, con sobrepeso que quieran empezar a hacer ejercicio.
El control del peso es básico para las personas que padecen artrosis, ya que esta patología aparece principalmente en articulaciones que aguantan mucha carga, como las rodillas, las caderas o la columna lumbar. Un buen control de peso facilita que nos podamos mover sin hacer sufrir en exceso nuestras articulaciones.
A la hora de descansar, también debemos tener en cuenta la posición de nuestras articulaciones afectadas, por lo que no mantengamos posturas incómodas, en las que la articulación esté forzada, sino que debemos intentar al máximo que esté en lo que llamamos posición neutra, es decir, aquella posición en la que la articulación no sufre porque está en equilibrio.
Podemos utilizar diversos utensilios para procurar este reposo, como cojines o férulas de reposo, siempre bajo la supervisión o la prescripción de un profesional, para poder adaptar el material a la articulación afectada.
Mayoritariamente, el calor es lo que mejor funciona en las personas que padecen artrosis, sobre todo el calor húmedo antes de empezar a moverse para preparar la articulación. Sin embargo, hay que considerar que si sufrimos un proceso inflamatorio es muy recomendable el uso del frío, en aplicaciones de pocos minutos, con muchas repeticiones al día y durante un máximo de tres días.
Y, para acabar, tengamos en cuenta que no debemos compararnos con otras personas que sufran artrosis, porque no hay dos artrosis iguales en el mundo, dado que las personas no somos iguales entre nosotros. Por lo tanto, lo que le puede ir bien a uno, puede que no funcione en otra persona.
Ante la artrosis, tenemos un camino por recorrer. ¡No te detengas!
Fuente: Fundación Salud y Envejecimiento- Universidad Autónoma de Barcelona
Consejos para mejorar la salud de nuestros pies
- Comprobar que el calzado se adapta al pie, y no hacer nunca que el pie se adapte al calzado. Evitar los tacones altos y las punteras estrechas. La altura de la pala debe ser la adecuada para el tamaño de los dedos. Los materiales de los zapatos deben ser nobles y naturales, y tan transpirables y flexibles como sea posible. Es recomendable alternar la utilización de diferentes tipos de calzado.
- Utilizar calzado adecuado al tamaño de nuestro pie, sin puntera estrecha y con un tacón de 2 a 4 cm, como máximo, siempre con un sistema de cordones o de fijación al pie. Evitar las suelas de zapato delgadas.
- Para evitar caídas, hay que utilizar zapatos estables y con suela antideslizante.
- Comprar los zapatos al final de la tarde, ya que el pie está más ancho.
- Para el verano se recomiendan las sandalias, pero siempre con sistema de sujeción al pie.
- Utilizar calcetines de fibras naturales, para favorecer la transpiración natural del pie y evitar la humedad.
- Evitar el sobrepeso. Seguir una alimentación adecuada a las necesidades reales. Hacer ejercicio moderado. Mover los pies y los dedos para restablecer la circulación sanguínea.
- Ir al podólogo para eliminar lo antes posible las causas de dolor.
- Hacerse masajes para relajar los pies y hacer pediluvios con sales, hierbas o aceites, para que recuperen el bienestar.
- La edad y el sobrepeso ocasionan la desaparición o la dispersión de la grasa plantar, y esto hace que se pierda la propiedad amortiguadora del pie, por lo que el simple hecho de caminar puede producir dolor. Sustituir esta capacidad con plantillas o zapatos adecuados.
- Hidratar los pies con cremas específicas diariamente, para favorecer la barrera protectora natural de la piel.
- Secar bien los pies después de lavarlos, sobre todo los espacios interdigitales, para evitar infecciones en la piel.
- Para evitar enfermedades transmisibles, los zapatos, los calcetines y el instrumental de corte utilizado para los pies deben ser personales e intransferibles.
- Proteger los pies con chanclas o patucos, sobre todo en lugares públicos como gimnasios, vestuarios, hoteles, piscinas, etc., con el fin de evitar la transmisión de verrugas y hongos.
- Revisar los pies a diario para evitar la presencia de lesiones y tratarlas lo antes posible.
Fuente: Fundación Salud y Envejecimiento- Universidad Autónoma de Barcelona
Problemas de visión en los mayores
Los problemas de visión en las personas mayores son enormemente frecuentes y sus repercusiones pueden llegar a ser muy importantes. De ahí que sea fundamental prevenirlos en la medida de lo posible, detectarlos cuanto antes y tratarlos adecuadamente. Someterse a reconocimientos periódicos nos ayudará en esta tarea.
Alrededor de un 30 por ciento de las personas mayores de 65 años tiene problemas de visión, aunque sólo unos pocos de ellos sufren una alteración lo suficientemente importante como para limitarles en sus actividades cotidianas, muchos menos aún pueden ser considerados ciegos, y sabemos que ninguno de esos casos se debe simplemente a la edad.
En cualquier caso, lo que hay que tener muy claro es que el mero hecho de ser mayor no justifica la pérdida de visión y siempre que esta aparezca, debemos sospechar un problema patológico, aunque hay una excepción a esta regla, se trata de la presbicia o vista cansada.
Vista cansada
Con la edad, el ojo pierde capacidad de acomodación como consecuencia de que el cristalino (la lente que tenemos dentro del ojo) se vuelve menos elástico, lo que nos dificulta la visión nítida a distancias cortas. Ello justifica que intentemos enfocar los objetos separándolos de nuestra cara hasta conseguir ver suficientemente los detalles. Es lo que nos ocurre con la lectura, la costura y los trabajos de precisión en general.
Pero esto es algo que a los 65 todo el mundo tiene claro desde quince o veinte años atrás y ha corregido con ayuda del óptico, mediante la utilización de lentes fijas o progresivas, algo que inevitablemente hay que usar, según dice el aforismo popular, “cuando el brazo ya no alcanza más lejos”.
Miopía, hipermetropía y astigmatismo
Otros problemas comunes, generalmente de aparición temprana en nuestra vida, son los defectos de refracción como la miopía, la hipermetropía y el astigmatismo. Cabe suponer que toda persona mayor que los tiene, está sometida a vigilancia, aunque solo sea porque periódicamente ha de cambiar de gafas, y no hay que olvidar que los cambios en la graduación pueden obedecer a modificaciones de las estructuras del ojo, como el cristalino, sin gran importancia, pero también ser el resultado de alteraciones que deben ser sometidas a vigilancia. Es por ello que la comunicación entre el óptico y el oftalmólogo es fundamental. Sobra decir que la aparición de un defecto de refracción no conocido con anterioridad, siempre debe ser estudiada por el especialista.
En relación con los defectos de refracción, es importante destacar que muchos de los problemas que se detectan al hacer un examen de salud a la población mayor, son precisamente defectos no bien corregidos, sobre todo entre las personas muy mayores, las mujeres y quienes tienen un menor nivel de instrucción. Lógicamente, la revisión periódica debería poder evitar estas situaciones.
Cataratas
Sin duda, la causa más frecuente de ceguera reversible es la catarata. Es una afección cuya frecuencia se incrementa mucho con la edad, y que tiene diversos factores de riesgo como son el sexo femenino, el tabaquismo o el uso continuado de corticoides, además de la diabetes o la malnutrición.
Consiste en opacidades, más o menos grandes y densas, del cristalino que dificultan la visión, al restringir el paso de la luz a su través.
Se caracteriza por una disminución de la visión lenta y progresiva. Cuando las opacidades están situadas periféricamente, apenas producen síntomas, pero si estas se sitúan más centralmente, dan lugar a deslumbramiento, borrosidad, distorsión de la visión y a veces visión doble. La visión de los colores se percibe atenuada y hay menor sensibilidad a los contrastes. En ocasiones, el ojo se vuelve miope, algo que se percibe como una mejoría en la visión cercana, justificando que algunas personas dejen de precisar las gafas de cerca, fenómeno que no deja de resultar paradójico.
El tratamiento pasa por la cirugía y los resultados suelen ser muy buenos.
Glaucoma
El glaucoma es una enfermedad del nervio óptico que suele asociarse a una presión ocular elevada y que tiene factores de riesgo como historia familiar de glaucoma, raza negra, miopía elevada, diabetes y enfermedades vasculares entre las que destaca la hipertensión arterial.
Su principal característica es la ausencia de síntomas, algo que explica la dificultad en su detección. Cuando la enfermedad está muy evolucionada se produce una restricción del campo visual, de manera que se hace más pequeño, pudiendo incluso llegar a la ceguera.
Esa constricción del campo justifica la dificultad en las actividades ligadas a la movilidad, mientras que la visión cercana puede mantenerse más o menos indemne.
Son múltiples los tratamientos, que sólo el oftalmólogo podrá aconsejar, siendo fundamental que el cumplimiento terapéutico sea absoluto, pues de ello depende el control de la enfermedad, más fácil cuanto antes se detecte, motivo por el que se aconseja someterse a reconocimientos periódicos a la población en riesgo, sobre todo los mayores de 40 años con antecedentes familiares de glaucoma.
Retinopatía diabética
Es una de las muchas complicaciones de la diabetes, enfermedad caracterizada por el aumento de la glucosa en la sangre que tiene nefastas consecuencias cuando no se controla bien, pero que permite una vida normal si se siguen las pautas correctas en cuanto a alimentación y ejercicio y se tiene un adecuado cumplimiento con la medicación. Cabe destacar que la presencia de obesidad, dislipemia o hipertensión ensombrece el pronóstico en general, algo que ha podido constatarse también a nivel ocular.
La retinopatía de la diabetes puede manifestarse de varios modos porque son diversas las lesiones que pueden producirse. Lo más común es que aparezcan escotomas en el campo visual, autenticas “manchas” producidas por la presencia de hemorragias en la retina, o una mala visión central, provocada por la afectación de la macula. Pero lo más común es que el paciente no note nada, a pesar de tener las lesiones. De nuevo en este caso, es fundamental someterse a reconocimiento periódico. Las personas diabéticas deberán seguir siempre el consejo de su endocrino, sin olvidar la visita al oftalmólogo al menos cada dos años.
Una vez que han aparecido las lesiones, el tratamiento es complejo y el seguimiento debe ser muy estrecho.
Degeneración macular asociada a la edad (DMAE)
Son muchas más las enfermedades oculares que los mayores pueden padecer, pero sin duda la más importante de ellas es la degeneración macular asociada a la edad (DMAE), por ser la causa más frecuente de ceguera en personas de más de 65 años en el mundo desarrollado.
Se trata de una lesión de la retina, por la acumulación de sustancias de desecho, en una zona de importancia capital para la visión, la mácula, ya que esa zona es la más sensible de todas y la que permite una visión cercana de precisión.
Son diversos los factores de riesgo conocidos, entre los que se encuentran: hipertensión, alteraciones de los lípidos, hábito tabáquico, consumo de alcohol, diabetes y obesidad.
Desde el punto de vista clínico, suele manifestarse como una disminución brusca de la agudeza visual que suele acompañarse de visión deformada de los objetos o bien, en otras ocasiones, como un escotoma o “mancha” central que se hace más notable en la visión próxima.
Al tratarse de una afectación macular, la visión cercana se verá muy afectada, limitando, e incluso imposibilitando, todas las actividades que tienen que ver con ella con la lectura o el reconocimiento de los objetos o las caras, ya que, cuando miramos algo, fijamos la visión precisamente en la mácula. Sin embargo, la visión periférica se mantiene, por lo que las actividades ligadas a la movilidad pueden conservarse.
Aunque el pronóstico sigue siendo negativo, el tratamiento ha evolucionado mucho en los últimos años y en la actualidad disponemos de un abanico importante de procedimientos capaces de frenar la evolución.
Fuente: Sociedad Española de Geriatría y Gerontología
El glaucoma es la segunda causa de ceguera en el mundo, solo superada por las cataratas, según datos de la Organización Mundial de la Salud. No obstante, a pesar de su gravedad, la mitad de la población afectada por glaucoma lo desconoce, ya que generalmente no causa síntomas que adviertan de la patología. El problema es que, si no se detecta y se trata a tiempo, el glaucoma puede llegar a producir baja visión e, incluso, ceguera en el 5% de los casos. Con una detección temprana de esos casos de ceguera se podría evitar en un 95%.
La Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG) recuerda que las personas mayores de 60 años forman parte del grupo de riesgo a la hora de padecer esta enfermedad ocular.
Por ello, haciéndose eco de los datos emitidos por el Consejo General de Colegios de Ópticos-Optometristas, la SEGG insiste en concienciar a la población de la importancia de la detección precoz del glaucoma. La falta de sintomatología, hace que en muchas ocasiones el hallazgo sea casual tras una visita al especialista por otro motivo, y en otras ocasiones cuando los pacientes acuden a la consulta por percibir alteraciones en su campo visual, ya es demasiado tarde, pues ya se han producido lesiones severas, que desgraciadamente son irreversibles.
Glaucoma, el enemigo silencioso
El glaucoma es una lesión irreparable del nervio óptico, normalmente provocada por un fuerte aumento de la presión intraocular. Esta lesión causa una pérdida progresiva de visión, que normalmente comienza por la periferia del campo visual.
especialistas suelen calificar al glaucoma como el “enemigo silencioso” ya que en la mayoría de los casos, el paciente no experimenta ninguna molestia ni síntoma hasta que se produce una pérdida visual permanente e irreversible. De ahí la importancia del diagnóstico precoz y el tratamiento en estadios iniciales. Una vez diagnosticado el glaucoma son múltiples los tratamientos, que solo el oftalmólogo podrá aconsejar, siendo fundamental que el cumplimiento terapéutico sea absoluto, pues de ello depende el control de la enfermedad, más fácil cuanto antes se detecte, motivo por el que se aconseja someterse a reconocimientos periódicos a la población en riesgo, sobre todo los mayores de 40 años con antecedentes familiares de glaucoma.
La edad, factor de riesgo
Aunque el glaucoma puede aparecer a cualquier edad, lo cierto es que el riesgo aumenta a partir de los 60 años con una incidencia del 2,1 por ciento. Cifra que asciende al 2,3 por ciento en personas de 60 a 69 años y, una vez pasados los 70, alcanza el 4 por ciento. Pero además, existen otros factores de riesgo que favorecen el desarrollo de la enfermedad en uno o en ambos ojos; como la diabetes, la presión intraocular alta, antecedentes familiares de glaucoma, miopía elevada (mayor de 5 dioptrías), hipertensión arterial o estar medicado con corticoides.
Fuente: Sociedad Española de Geriatría y Gerontología
- El golpe de calor es más difícil de reconocer en el adulto mayor.
- La Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG) recuerda que en épocas de altas temperaturas es fundamental la prevención del golpe de calor.
- Si aparece la deshidratación y no se trata de forma adecuada se puede llegar a una situación de shock en la que sucede un fallo multiorgánico (riñón, corazón, cerebro).
La Sociedad Española de Geriatría y Gerontología recuerda que los mayores de 65 años corren más riesgo de sufrir un golpe de calor, al tener una sensación reducida de calor y por lo tanto de protegerse menos. Disminuyendo además la percepción de sed, causando un alto riesgo de deshidratación, especialmente en los mayores que sufren una enfermedad neurodegenerativa, sobrepeso, enfermedades crónicas o tienen medicación. Sin olvidar los casos en los que la dependencia física dificulta el cambio de vestimenta, y la adaptación del entorno.
¿Cuándo se produce un golpe de calor?
Cuando la temperatura de nuestro cuerpo rebasa los 41 grados se produce una hipertermia, superando los mecanismos de regulación térmica de los que dispone nuestro organismo y originando el temido golpe de calor, situación en la que el organismo ya no puede responder a las altas temperaturas con repercusiones tan graves que podría llevar a un fracaso orgánico irreversible.
Es importante saber detectar los síntomas de la hipertermia que son: dolor de cabeza, sensación de boca seca y pastosa, náuseas, vómitos, mareos, escalofríos, piel seca y enrojecida, calambres musculares en brazos, piernas o vientre, desorientación, pérdida de conciencia o confusión y no sudoración ante las altas temperaturas.
El principal mecanismo ante un incremento de la temperatura corporal es una dilatación de los pequeños vasos periféricos para favorecer el paso de la sangre por la piel. Esto, unido a un aumento de la sudoración, hace que se pierda calor por evaporación, lo que puede llevar a una perdida importantísima de líquidos que repercute a nivel de los distintos órganos (riñón, corazón, cerebro…).
Dificultad a la hora de reconocer un golpe de calor en el adulto mayor
En el caso de la población anciana el reconocimiento del golpe de calor se ve dificultado por la comorbilidad que puede provocar confusión con otros procesos como la fiebre, la alteración del estado mental más frecuente en el anciano o taquicardias. Además en los ancianos, estos cuadros no suelen estar precedidos de ejercicio físico intenso, por lo que siempre hay que pensar en ellos independientemente del grado de actividad. Estas circunstancias exigen que haya un alto índice de sospecha para reconocer precozmente estos cuadros en los ancianos, porque el pronóstico está directamente relacionado con la rapidez de actuación. Se debe pensar siempre en la posibilidad de un golpe de calor coincidiendo con los períodos de temperaturas más elevadas, independientemente de que los síntomas se puedan explicar por otros procesos.
Recomendaciones para prevenir el golpe de calor
Para evitar todos estos problemas a las personas mayores, es esencial la prevención de la hipertermia, para este fin la SEGG aconseja:
- Tomar muchos líquidos. La falta de sed es engañosa, por lo que se debe consumir agua, infusiones, zumos de frutas aunque no se tenga la sensación de sed; y evitar el consumo de bebidas alcohólicas.
- Realizar comidas ligeras, evitando así las digestiones pesadas.
- Evitar la exposición al sol cuando las temperaturas son elevadas, sobre todo en las horas de mayor intensidad (12-16 horas) y con una humedad relativa alta (mayor del 60 por ciento).
- No realizar ejercicio ni deportes que aumenten el esfuerzo y la sudoración en momentos de calor.
- Mantener la casa fresca y ventilada.
- No permanecer en vehículos estacionados o cerrados.
- Evitar llevar ropa ajustada y elegir tejidos ligeros, como el algodón y de colores claros, preferentemente.
- Es recomendable, además, el uso de sombreros o gorras que protejan nuestra cabeza del sol.
Fuente: Sociedad Española de Geriatría y Gerontología