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Artrosis: qué puedo hacer más allá de los medicamentos

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La artrosis: ¿qué puedo hacer? Una mirada más allá de los medicamentos

Es habitual que, a medida que nos hacemos mayores, pensemos cada vez más que sufriremos una serie de patologías y enfermedades que asociamos a la edad. Y, tal vez, la artrosis es la reina del baile, la que todos, en cierto modo, padecemos.

 

La Fundación Española de Reumatología cifra en un 10% el total de la población del país que padece artrosis; la sufren más mujeres que hombres; afecta sobre todo a las rodillas, las manos y la columna; y la mitad de la población adulta de más de 50 años muestra signos radiológicos compatibles con la artrosis. Y, atención, insiste mucho en que la artrosis no es una patología exclusiva de la vejez: puede aparecer a cualquier edad.

 

Estos datos, seamos sinceros, ponen los pelos de punta: "Tengo 60 años, me molesta la rodilla..., seguro que tengo artrosis". Pero, calma: el hecho de que muestres signos radiológicos no significa necesariamente que tengas síntomas de padecer artrosis; y tener síntomas no significa padecer artrosis.

 

Por lo tanto, ante todo, es necesario que un médico haga una buena valoración para definir muy bien que nos está pasando.

 

Si a raíz de la valoración médica resulta que padecemos artrosis, también nos lo tenemos que tomar con mucha calma. Hay soluciones para frenar su progresión y, sobre todo, la sintomatología, más allá de los medicamentos.

 

 

Pero, ¿qué es concretamente la artrosis?

A menudo la artrosis se conoce como la enfermedad que desgasta los huesos. Y, ciertamente, se produce un desgaste, concretamente en el cartílago que recubre la superficie de los extremos de los huesos que forman parte de una articulación.

 

Sabemos que una articulación, como la rodilla, es la unión de dos huesos que permite que haya un movimiento entre estos. Para que el movimiento sea armónico y flexible y que los huesos no rocen el uno con el otro, existe el cartílago, una especie de almohadilla para facilitar el movimiento.

 

Cuando se padece artrosis, este cojinete se desgasta, hecho que provoca una inestabilidad, una alteración en la articulación que, con el paso del tiempo, va creando también una deformidad en los huesos (llamada osteofito), acompañada de aparición de dolor, limitación en el movimiento, debilidad muscular y episodios de inflamación.

 

 

Y entonces, ¿qué puedo hacer?

Aparte de obtener una buena valoración médica con su pauta correspondiente, tenemos muchas opciones para combatir la sintomatología de la artrosis, que pasan por el equilibrio necesario entre el reposo y la actividad.

 

El signo más general de la artrosis es el dolor; y, cuando hay dolor, todos tenemos la tendencia de detenernos, de buscar el reposo, y más si, como ocurre en esta patología, el dolor lo produce el movimiento.

 

Debemos tener claro que el reposo, aunque favorece a que se calme el dolor en ese momento, no ayuda a que no aparezca en el futuro. Es decir: cuanto menos me mueva más dolor tendré cuando quiera moverme y entraré en un círculo vicioso difícil de romper.

 

Como hemos explicado, una articulación que sufre es una articulación inestable y que, por tanto, tiene un desequilibrio muscular. No podemos hacer nada con el desgaste de la articulación, pero sí con los músculos que la mueven.

 

Cuanto más fuertes y preparados estén estos músculos, más estable será la articulación y, por tanto, menos dolor tendremos. Sin embargo, sabemos que si sobrepasamos los límites y sobrecargamos de trabajo la articulación aparecerá el dolor.

 

Lo que tenemos que hacer es activar la parte de la musculatura de la articulación debilitada con la artrosis, siguiendo una pauta de ejercicios terapéuticos, con una progresión adecuada y siempre adaptada a la persona y a la articulación afectada.

 

La clave, pues, es encontrar el equilibrio entre el reposo y la actividad, entre hacer y dejar descansar. A menudo, después de estar un tiempo en reposo, con la articulación inmóvil, es muy recomendable hacer pequeños movimientos sin carga, sin peso, sin ponernos de pie, con el fin de hacer un pequeño "calentamiento" que prepare la articulación para al cambio de situación.

 

Cuando hablamos de actividad nos referimos a un ejercicio que requiera un esfuerzo pero que no haga sufrir excesivamente la articulación. Por ejemplo: caminar es un buen hábito y una buena actividad, y, si padecemos artrosis de rodilla, es mejor evitar terrenos irregulares, abruptos, para no forzar demasiado la articulación.

 

La combinación con ejercicios dentro del agua puede ser una buena pauta para poder hacer movimientos sin sobrecargar la articulación. Es muy recomendable en personas sedentarias, poco activas, con sobrepeso que quieran empezar a hacer ejercicio.

 

El control del peso es básico para las personas que padecen artrosis, ya que esta patología aparece principalmente en articulaciones que aguantan mucha carga, como las rodillas, las caderas o la columna lumbar. Un buen control de peso facilita que nos podamos mover sin hacer sufrir en exceso nuestras articulaciones.

 

A la hora de descansar, también debemos tener en cuenta la posición de nuestras articulaciones afectadas, por lo que no mantengamos posturas incómodas, en las que la articulación esté forzada, sino que debemos intentar al máximo que esté en lo que llamamos posición neutra, es decir, aquella posición en la que la articulación no sufre porque está en equilibrio.

 

Podemos utilizar diversos utensilios para procurar este reposo, como cojines o férulas de reposo, siempre bajo la supervisión o la prescripción de un profesional, para poder adaptar el material a la articulación afectada.

 

Mayoritariamente, el calor es lo que mejor funciona en las personas que padecen artrosis, sobre todo el calor húmedo antes de empezar a moverse para preparar la articulación. Sin embargo, hay que considerar que si sufrimos un proceso inflamatorio es muy recomendable el uso del frío, en aplicaciones de pocos minutos, con muchas repeticiones al día y durante un máximo de tres días.

 

Y, para acabar, tengamos en cuenta que no debemos compararnos con otras personas que sufran artrosis, porque no hay dos artrosis iguales en el mundo, dado que las personas no somos iguales entre nosotros. Por lo tanto, lo que le puede ir bien a uno, puede que no funcione en otra persona.

 

Ante la artrosis, tenemos un camino por recorrer. ¡No te detengas!

 

 

Fuente: Fundación Salud y Envejecimiento- Universidad Autónoma de Barcelona

 

 

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